Viene Dylan al Palacio de los Deports de Logroño en junio y las entradas baratas (60€) se agotan en diez minutos. De ir sería ya en las caras, es decir, a 200€. ¿Vale la pena? ¿Tiene sentido?
Hace unos meses, cuando supe que Dylan había editado un álbum posterior a Tempest, me puse a escucharlo y me pareció algo aburrido. O repetitivo. Y lo había olvidado. Como por los medios se anuncia que el concierto de Logroño será uno más de una gira centrada en promocionar ROUGH AND ROWDY WAYS, me pongo a escucharlo otra vez y a leer alguna reseña del mismo, y doy con esta entrada tan entusiasta ofrecida por la revista de cultura musical LA DOSIS.
Me sigue pareciendo algo aburrido pero como siempre con Dylan, llega el momento en que te engancha. Me sucedió escuchando CROSSING THE RUBICON. No es más que un blues pero..., coño, uno disfruta con el rollo. O que la noche se iba alargando y llegó su momento dulce.
Pero eso sucede cuando te pones la música en los auriculares y esperas a que te llegue. En las misas de la industria del disco, de las glorias de los cantantes y la fe los creyentes en la buena nueva, dudo que tenga un momento tan dulce como anoche.
Creo que volveré más veces al disco y me olvidaré del concierto. Casi toda la música que he escuchado en mi vida ha sido a través de los discos/cintas/CDs/mp3/youtubes/spotify y ya no voy a cambiar. Esa es mi música. Esa es la música que me alegra la vida. No la de los conciertos.