Ya sabéis que me encanta la música vieja, la música de cualquier tiempo, pero también sabéis que en torno de la así llamada música clásica hay toda una sociología del elitismo que me echa para atrás y que me pone de uñas contra la mayor parte de su ejecución y difusión. ¿Cómo hacer para que desaparezcan esos recelos y para que pueda escuchar a Bach o Beethoven con la misma alegría con la que oigo a los Beatles o los Rollings? De momento no se me ocurre otra cosa que meterlos mezclados en el ipod y saltar del siglo XVIII al XXI con la misma naturalidad con la que paso del country al rock. O sentir la nostalgia de aquellos años de mi formación musical en Barcelona en que lo mismo me daba escuchar el Atom Heart Mother de Pink Floyd que el concierto para dos violines de Bach. ¿Cuántas veces oí a comienzo de los setenta el Concierto para dos violines? Incontables. El pequeño vinilo que había en la discoteca del Colegio Mayor acabó triturado.
En una de esas ofertas del ELPAIS compré hace unos años la versión que grabó un grupo francés especializado en Bach llamado CAFE ZIMMERMAN, nombre que rinde homenaje al local donde se tocaba música profana en tiempos de Bach y donde es más que seguro que se escucharían las tres piezas que os he ripeado y que os paso por la dCaja: el Tercer Concierto de Brandenburgo, el Concierto para dos violines y el Concierto para Oboe y violín. Qué desmitificador saber que la música de Bach se tocaba en un bar de Leipzig ¿no?
Tres piezas como tres soles que desde ahora tendré siempre a mano en el ipod para cuando me canse de Pavement o de Lucinda Williams y quiera tener otros recuerdos, viajar a otros lugares o sentir emociones parecidas sin pasar por los envoltorios de tontería o los ritos de exquisitez con que habitualmente nos llegan.
A ver si vosotros también lo conseguís.